El índice de Resiliencia apunta a la capacidad de adaptación de la iniciativa ante los desafíos desestabilizadores sin perder su propia esencia. Un aspecto esencial aquí es la capacidad de aprendizaje de la iniciativa ante los cambios internos y externos. En los sistemas socioecológicos la resiliencia se apoya principalmente en tres características: la diversidad y redundancia de elementos en la iniciativa (a mayor diversidad más posibilidades de encontrar soluciones innovadoras cuando se produce un cambio), la conectividad entre estos elementos (una mayor conectividad permite unos intercambios de energía, materia e información más fluidos, claves para la adaptación) y la retroalimentación en estas conexiones (la clave aquí es que el sistema disponga de elementos de aprendizaje para aprovechar los procesos de realimentación positivos).